Cuando personas y tiburones se encuentran, por regla general mueren los segundos. Esto es un hecho, no una opinión, por mucho que se
intente demonizar a estos animales. Y así sucedió el pasado 9 de octubre en la
isla mexicana de Guadalupe, un lugar al que acuden científicos y turistas por
lo fácil que resulta avistar al gran blanco.
Contrariamente a como se hace en Sudáfrica, donde las jaulas se colocan junto a la borda del barco sin que estén completamente sumergidas, en México, por lo que he visto en varios vídeos y documentales, suelen quedar más expuestas, a unos metros de profundidad y rodeadas de agua. También dejan más espacio entre los barrotes, por lo que a veces se ha dado el caso de que algún tiburón ha entrado en la jaula, como se puede apreciar en este vídeo:
Precisamente, por ese motivo, para evitar daños a los animales y posibles accidentes, hace unos años se cambiaron las leyes y se decidió
construir las jaulas con materiales más resistentes, reduciendo al mismo tiempo
el tamaño de las rendijas. Pero parece que no todo el mundo cumple la
normativa.
El caso es que el pasado octubre, un tiburón quedó enganchado, y al dar vueltas sobre sí mismo intentando soltarse, se hizo cortes
tan profundos que murió desangrado después de una lenta agonía que duró casi
media hora.
Hay que tener en cuenta que no pueden nadar hacia
atrás y que, al no tener extremidades, han de usar la boca para hacerse una
idea de lo que les rodea; es algo instintivo y de ahí que anden mordiéndolo
todo.
El caso ha salido a la luz gracias a un vídeo de
denuncia publicado por el activista Arturo Islas Allende, en el que acusa a
ciertos empresarios de no cumplir la ley. Desconozco qué hay de cierto y por
eso no subo las imágenes, porque no puedo probar quién tiene razón. Por otra
parte, si estáis interesados solo tenéis que buscar tiburón blanco muerto en Guadalupe
en Internet y encontraréis varios resultados. Advierto de que las imágenes no
son agradables.
Con esta entrada mi intención no es acusar a personas
o empresas cuya actividad desconozco; eso queda para los expertos. Pero sí
quiero poner sobre la mesa un problema al que solemos prestar poca o ninguna
atención, como es la creciente influencia (negativa) de los seres humanos sobre
esas otras especies, ya sean plantas o animales, con las que compartimos el
Planeta.
Creo que las excursiones para ver tiburones blancos
afectan a los animales al tiempo que ayudan a que el público los conozca mejor,
promoviendo su protección. Pero estamos hablando de una especie que se
encuentra en grave peligro y que vive en un medio que nos es ajeno, por lo que
deberíamos ser extremadamente cuidadosos. No se trata tanto de sacar un
rendimiento económico como de preservar un legado que se remonta muchos
millones de años.
El turismo ha de ser siempre responsable y los
primeros que tienen que inculcar esos valores son los encargados de proteger la
biodiversidad. Las leyes están para cumplirlas y el sentido común para rellenar
las posibles lagunas. No podemos permitir que el afán de enriquecimiento se
interponga y prevalezca sin control.
En mi visita a Sudáfrica (las fotos son de allí) quedó
claro que se respetaban varias normas. Las jaulas no tienen huecos por los que
se pueda colar un tiburón, está prohibido tocar los animales, así como
alimentarlos, y la seguridad (de personas y animales) es una prioridad. Aun con
todo, no está claro si estas actividades influyen negativamente en la especie.
Lo que es evidente es que hay que denunciar a los que
se saltan la ley. Estos deben ser perseguidos y castigados.