En la entrada anterior os decía que no habíamos visto tiburones blancos en
Gansbaai porque estos habían desaparecido, tras varios ataques de orcas en los que
habían matado a cuatro de ellos durante el otoño austral de 2017.
Los grandes blancos están en lo más alto de la cadena alimenticia en lo que
a peces se refiere, pero las orcas se encuentran un peldaño más arriba si cabe,
al gozar de algunas ventajas que expondré a continuación. Tratándose de dos
especies tan poderosas, es inevitable preguntarse quién sale vencedor de un
combate entre ellas; un resultado que se decanta a favor de los mamíferos.
Los tiburones blancos son peces de sangre caliente, lo que les otorga una
rapidez y capacidad de maniobra excepcionales. Su extraordinario sentido del
olfato les permite detectar gotas de sangre a kilómetros de distancia, su buena
visión les ayuda a emboscar a sus presas habituales y las ampollas de Lorenzini son un extra añadido con el que
detectar los campos eléctricos. Los tiburones tienen, entonces, el sentido de
la electro-localización, pero éste solo funciona en distancias cortas. Su oído
es mucho más fino.
La posibilidad de contar con dientes afilados que se reponen continuamente
es otra gran ventaja para los tiburones, así como disponer de una piel muy
dura, difícil de atravesar y que desgasta los dientes de las orcas.
Pero estas últimas también cuentan con un arsenal nada despreciable. Para
empezar son más grandes y pesadas que sus contrincantes. Una orca adulta bien
puede medir 9 metros y pesar 5.500 Kg, mientras que los tiburones blancos no
llegan a los 7 metros de largo, pesando unos 3.500 kg. También son más veloces,
al alcanzar los 55 km/h frente a los 40 km/h del escualo.
Las orcas son más inteligentes; no en vano, tienen el segundo mayor cerebro
en relación a su tamaño, por detrás de los cachalotes.
Por otro lado, su mordisco es más mortífero ya que va destinado a matar
desde un primer momento, mientras que el tiburón busca más desgarrar a sus
presas, esperando a que estas se desangren.
Mientras que los grandes blancos suelen ser animales solitarios (esto está
en discusión según los últimos estudios, ya que a veces se asocian en pequeños
grupos) las ballenas viven en grupos familiares, lo que les da una gran
ventaja. Además, ellas se comunican con mayor eficacia, transmitiéndose
información de generación en generación y de unos grupos a otros, utilizando un
lenguaje muy elaborado.
Es evidente que las orcas han aprendido a poner bocarriba a los tiburones,
para, aprovechando la inmovilidad tónica, inducirles a un estado de
inconsciencia que les ayude a matarlos. Para conseguirlo, han de golpearles con
fuerza en el lateral, a fin de colocarlos bocarriba durante el tiempo
suficiente como para que se ahoguen.
Muchos tiburones son capaces de respirar incluso estando en reposo, pero
los grandes blancos necesitan nadar continuamente para que el agua fluya a
través de sus agallas. Las orcas saben que mantenerlos quietos durante un
cuarto de hora es suficiente para matarlos, minimizando así sus propios riesgos.
Ahora bien, dónde lo han aprendido es una pregunta para la que no hay
respuesta de momento. Quizás en Nueva Zelanda, donde las orcas hacen uso de
esta técnica cuando cazan rayas.
Un inciso para explicar qué es la inmovilidad tónica: se trata de un estado
de catalepsia en el que entran los tiburones cuando se les da la vuelta,
quedando relajados e inmóviles. No se sabe a ciencia cierta qué lo causa, pero
es algo que aprovechan los investigadores para estudiarlos con más facilidad,
sin que al parecer afecte a los animales. Como podéis imaginar, en el caso de
los predadores, las intenciones son bien diferentes.
El primer ataque de orcas a tiburones del que se tiene constancia se
produjo el 4 de octubre de 1994, en las islas Farallon, en la costa
californiana, muy cerca de San Francisco. Los datos los he sacado de un
documental de National Geographic.
Uno de los barcos que salen a avistar ballenas llegó al lugar del ataque,
avisando a los investigadores, que llegaron cuando todo había terminado. Un
poco antes, otro barco, dedicado a la pesca deportiva, había avistado algunas
orcas. Parece ser que las orcas, habituales en estas aguas, no suelen acercarse
tanto a las islas como en esta ocasión.
En un principio se creyó que se trataba de una orca y su cría y que la
primera podía haber defendido a la segunda, pero un análisis más detallado de
las imágenes, permitió identificar a los mamíferos como un par de adultos
pertenecientes a un grupo que vive habitualmente cerca de Los Ángeles. La opción
de una estrategia defensiva quedó entonces descartada. Tampoco es que tuviesen
hambre, ya que habían devorado un león marino pocos minutos antes.
Lo más curioso es que el mismo día del ataque dejaron de avistarse
tiburones blancos en la zona, cuando lo habitual es que su número se incremente
durante esas fechas ya que acuden a alimentarse de focas, leones marinos y
delfines durante octubre y noviembre. En aquel momento nadie sabía dónde habían
ido los tiburones, pero todos habían desaparecido en cuestión de horas.
Pero varios años más tarde, en el 2000, cuando hubo otro ataque, los
científicos estaban mejor preparados y había algunos tiburones marcados. Los
aparatos de seguimiento permitieron averiguar que los escualos se sumergían
hasta alcanzar los 500 metros de profundidad, escapando hacia mar abierto. Se supo
que llegan tan lejos como Hawai y que son capaces de renunciar a la temporada de
caza con tal de escapar del peligro de las orcas.
No está claro por qué desaparecen todos al mismo tiempo, En el documental
al que me refería al principio se especula con que son capaces de oler la
muerte de sus congéneres, pero no he podido contrastar esa información con
otras fuentes.
Llegados a este punto, solo me resta terminar con una
aclaración. Parece ser que los cazadores de ballenas españoles, pusieron a las
orcas el sobrenombre de asesinas de ballenas, ya que se alimentaban de ellas
entre otras presas. Al traducir este nombre al inglés se invirtieron las
palabras y las orcas son llamadas desde entonces killer whales, es decir,
ballenas asesinas.