martes, 24 de octubre de 2017

Orcas vs tiburón blanco


En la entrada anterior os decía que no habíamos visto tiburones blancos en Gansbaai porque estos habían desaparecido, tras varios ataques de orcas en los que habían matado a cuatro de ellos durante el otoño austral de 2017.
Los grandes blancos están en lo más alto de la cadena alimenticia en lo que a peces se refiere, pero las orcas se encuentran un peldaño más arriba si cabe, al gozar de algunas ventajas que expondré a continuación. Tratándose de dos especies tan poderosas, es inevitable preguntarse quién sale vencedor de un combate entre ellas; un resultado que se decanta a favor de los mamíferos.
Los tiburones blancos son peces de sangre caliente, lo que les otorga una rapidez y capacidad de maniobra excepcionales. Su extraordinario sentido del olfato les permite detectar gotas de sangre a kilómetros de distancia, su buena visión les ayuda a emboscar a sus presas habituales y las ampollas de  Lorenzini son un extra añadido con el que detectar los campos eléctricos. Los tiburones tienen, entonces, el sentido de la electro-localización, pero éste solo funciona en distancias cortas. Su oído es mucho más fino.
La posibilidad de contar con dientes afilados que se reponen continuamente es otra gran ventaja para los tiburones, así como disponer de una piel muy dura, difícil de atravesar y que desgasta los dientes de las orcas.
Pero estas últimas también cuentan con un arsenal nada despreciable. Para empezar son más grandes y pesadas que sus contrincantes. Una orca adulta bien puede medir 9 metros y pesar 5.500 Kg, mientras que los tiburones blancos no llegan a los 7 metros de largo, pesando unos 3.500 kg. También son más veloces, al alcanzar los 55 km/h frente a los 40 km/h del escualo.
Las orcas son más inteligentes; no en vano, tienen el segundo mayor cerebro en relación a su tamaño, por detrás de los cachalotes.
Por otro lado, su mordisco es más mortífero ya que va destinado a matar desde un primer momento, mientras que el tiburón busca más desgarrar a sus presas, esperando a que estas se desangren.
Mientras que los grandes blancos suelen ser animales solitarios (esto está en discusión según los últimos estudios, ya que a veces se asocian en pequeños grupos) las ballenas viven en grupos familiares, lo que les da una gran ventaja. Además, ellas se comunican con mayor eficacia, transmitiéndose información de generación en generación y de unos grupos a otros, utilizando un lenguaje muy elaborado.
Es evidente que las orcas han aprendido a poner bocarriba a los tiburones, para, aprovechando la inmovilidad tónica, inducirles a un estado de inconsciencia que les ayude a matarlos. Para conseguirlo, han de golpearles con fuerza en el lateral, a fin de colocarlos bocarriba durante el tiempo suficiente como para que se ahoguen.
Muchos tiburones son capaces de respirar incluso estando en reposo, pero los grandes blancos necesitan nadar continuamente para que el agua fluya a través de sus agallas. Las orcas saben que mantenerlos quietos durante un cuarto de hora es suficiente para matarlos, minimizando así sus propios riesgos.
Ahora bien, dónde lo han aprendido es una pregunta para la que no hay respuesta de momento. Quizás en Nueva Zelanda, donde las orcas hacen uso de esta técnica cuando cazan rayas.
Un inciso para explicar qué es la inmovilidad tónica: se trata de un estado de catalepsia en el que entran los tiburones cuando se les da la vuelta, quedando relajados e inmóviles. No se sabe a ciencia cierta qué lo causa, pero es algo que aprovechan los investigadores para estudiarlos con más facilidad, sin que al parecer afecte a los animales. Como podéis imaginar, en el caso de los predadores, las intenciones son bien diferentes.
El primer ataque de orcas a tiburones del que se tiene constancia se produjo el 4 de octubre de 1994, en las islas Farallon, en la costa californiana, muy cerca de San Francisco. Los datos los he sacado de un documental de National Geographic.
Uno de los barcos que salen a avistar ballenas llegó al lugar del ataque, avisando a los investigadores, que llegaron cuando todo había terminado. Un poco antes, otro barco, dedicado a la pesca deportiva, había avistado algunas orcas. Parece ser que las orcas, habituales en estas aguas, no suelen acercarse tanto a las islas como en esta ocasión.
En un principio se creyó que se trataba de una orca y su cría y que la primera podía haber defendido a la segunda, pero un análisis más detallado de las imágenes, permitió identificar a los mamíferos como un par de adultos pertenecientes a un grupo que vive habitualmente cerca de Los Ángeles. La opción de una estrategia defensiva quedó entonces descartada. Tampoco es que tuviesen hambre, ya que habían devorado un león marino pocos minutos antes.
Lo más curioso es que el mismo día del ataque dejaron de avistarse tiburones blancos en la zona, cuando lo habitual es que su número se incremente durante esas fechas ya que acuden a alimentarse de focas, leones marinos y delfines durante octubre y noviembre. En aquel momento nadie sabía dónde habían ido los tiburones, pero todos habían desaparecido en cuestión de horas.
Pero varios años más tarde, en el 2000, cuando hubo otro ataque, los científicos estaban mejor preparados y había algunos tiburones marcados. Los aparatos de seguimiento permitieron averiguar que los escualos se sumergían hasta alcanzar los 500 metros de profundidad, escapando hacia mar abierto. Se supo que llegan tan lejos como Hawai y que son capaces de renunciar a la temporada de caza con tal de escapar del peligro de las orcas.
No está claro por qué desaparecen todos al mismo tiempo, En el documental al que me refería al principio se especula con que son capaces de oler la muerte de sus congéneres, pero no he podido contrastar esa información con otras fuentes.
Llegados a este punto, solo me resta terminar con una aclaración. Parece ser que los cazadores de ballenas españoles, pusieron a las orcas el sobrenombre de asesinas de ballenas, ya que se alimentaban de ellas entre otras presas. Al traducir este nombre al inglés se invirtieron las palabras y las orcas son llamadas desde entonces killer whales, es decir, ballenas asesinas.